Contra la guerra. Reflexiones sobre
Resumo
La paz se construye con la paz, eliminando la guerra de la historia de la humanidad. Estar a favor de la paz es fundamental, pero no suficiente. Todo el mundo dice estar a favor de la paz, pero no todo el mundo está en contra de la guerra. Por encima de todo, debemos estar en contra de la guerra
¿Por qué debemos estar en contra de la guerra? Debemos abandonar la creencia de que si queremos la paz debemos prepararnos para la guerra, que siempre ha sido inventada e impuesta por quienes detentan el poder para justificar y mantener su poder y su dominación. La guerra es destrucción, muerte y odio. No existe la «guerra justa» en nombre de Dios, de la nación, de la civilización o de la seguridad. Detrás de la invocación de estos nombres, está sobre todo la lógica asesina de la dominación y los intereses económicos de poder y riqueza de los más fuertes.
La guerra es un crimen colectivo. Tampoco existe la «guerra defensiva». En la guerra siempre hay varios culpables, errores, complicidades, provocaciones… como lo demuestra abundantemente la Segunda Guerra Mundial y, hoy, la guerra entre Estados Unidos/OTAN/UE y Rusia en Ucrania. El genocidio actual de los palestinos por el Estado de Israel es la forma extrema del deseo de destruir al otro como instrumento de paz, lo cual es absurdo.
¿Cómo eliminar la guerra? Mediante la audacia y la fraternidad. En primer lugar, la patente de la vida y del conocimiento (organismos vivos y mundo artificial, incluida la IA) sobre una base privada y lucrativa, que ha sacado la política de la vida del dominio público. En segundo lugar, la financiarización de la vida, en particular de la naturaleza, que ha conducido al sometimiento de los poderes políticos públicos a las finanzas independientes, libres y depredadoras, incluso en los ámbitos de los bienes y servicios públicos esenciales para la vida.
Es una ilusión pensar que es posible construir la paz sin abolir las patentes de apropiación privada con fines lucrativos, sin prohibir las licencias de comercio de armas, sin mantener los paraísos fiscales, sin eliminar la independencia de los mercados financieros, sin regular las grandes oligarquías planetarias en guerra permanente por la dominación. Los ciudadanos deben liberarse de esta ilusión.
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Cuatro reflexiones con gran respeto por la fuerza sincera y valiente del compromiso cívico expresado por los miles y miles de personas que participarán en la «Tercera Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia», que partirá de San José de Costa Rica el 2 de octubre de 2024 y regresará allí el 5 de enero de 2025, después de haber dado la vuelta al mundo.
Primera reflexión. Nunca debemos dejar de hacer campaña por la paz y la no violencia, insistiendo en el concepto/objetivo de «Contra la guerra».
En las condiciones actuales, es imperativo que no olvidemos nunca recordar que las movilizaciones por la paz, desde el nivel local al mundial, deben ser ante todo contra la guerra. El enfoque específico y prioritario «contra la guerra» es necesario para no dejar lugar a la credibilidad (ética y política) de la idea, aún predominante, de la guerra como un hecho natural e inevitable.
Todo el mundo dice estar a favor de la paz, pero no todo el mundo, incluso fuera de los grupos sociales dominantes, está en contra de la guerra. Tomemos el caso de las fuerzas progresistas. La paz les une, la guerra les divide en bloques opuestos: los pacifistas, los belicistas y los «depende». La principal narrativa que debemos combatir es la de la instrumentalización de la guerra al servicio de la paz. De ahí las tesis sobre la legitimación de la «guerra justa» y, sobre todo, de la «guerra defensiva». Estados Unidos está en guerra desde hace más de cien años, no para atacar, dice, sino para defender (su) mundo libre, (su) sociedad liberal, (su) economía libre en todas partes, cuyos modelos considera los mejores. No en vano la tesis preferida e impuesta por las potencias dominantes de todos los tiempos es «si quieres la paz, prepárate para la guerra». Un principio aplicado sin reservas por todos los Estados. Basta pensar en el floreciente y legalizado comercio internacional de armas. De ahí también el hecho de que el ministerio antes conocido como Ministerio de la Guerra se haya convertido en casi todas partes en el Ministerio de Defensa.
El concepto de guerra defensiva merece ser modificado
Este concepto, que parece incontrovertiblemente obvio, perpetúa en el imaginario popular la idea falsa, o al menos muy ambigua, de la legitimidad de armas cada vez más potentes como factor de «disuasión» (véase armas nucleares). Pero también transforma la guerra en un instrumento de paz, legitimando así el absurdo.
La misma lógica de legitimación de la «guerra defensiva» es utilizada por el gobierno de Netanyahu en Israel para continuar el genocidio de los palestinos: el Estado de Israel «justifica» el genocidio como «legítima defensa» en respuesta al ataque armado de Hamás contra Israel en octubre de 2023. Pero esto es una mentira desconcertante. La idea y la voluntad de cometer genocidio no datan de octubre de 2023. Han sido parte oficial de la agenda de los dirigentes del Estado de Israel, en particular de los sionistas, desde su creación en 1948. Han estado en el origen de la conquista y colonización, por la fuerza de las armas, de territorios habitados por la población palestina y, en general, árabe, y han sido denunciados como ilegales por resoluciones de la ONU en varias ocasiones. Además, el argumento de Israel ha sido rechazado con contundencia y razón por la Corte Internacional de Justicia y el Tribunal Penal Internacional.
Es cierto que si alguien ataca a otra persona con un cuchillo o a punta de pistola, esa persona tiene no sólo el derecho sino también la necesidad vital de defenderse. La norma escrita al respecto también especifica que nadie puede «tomarse la justicia por su mano». Además, es inevitable que en un mundo fundado en el principio «si quieres la paz, prepárate para la guerra», existan tratados que regulen la guerra, el comercio de armas y los acuerdos de seguridad militar común entre países/aliados basados en la obligación de cada Estado miembro de intervenir militarmente «en defensa» de otro Estado miembro atacado por un tercer Estado. Sin embargo, gracias a los tratados de alianza firmados en todos los continentes, Estados Unidos se ha dotado de legitimidad para intervenir en cualquier parte del mundo «en defensa de ….».
En cambio, en una situación inspirada por una búsqueda efectiva y sincera de la paz, los tratados internacionales de alianza militar deben ser declarados ilegales e inadmisibles. Deben ser sustituidos por instituciones dotadas de medios políticos y jurídicos fuertes y vinculantes para prevenir, impedir y abolir el uso de las armas. Necesitamos una ONU nueva y reforzada, sin el actual Consejo de Seguridad. La movilización contra la guerra debe declarar ilegítimos a los Estados que se nieguen a firmar o a respetar los tratados que prohíben las armas bacteriológicas, las armas nucleares y el comercio de armas. En este espíritu de justicia, debemos denunciar a los Estados que aumentan su gasto militar y deciden excluirlo del cálculo del déficit público, mientras mantienen en el cálculo el llamado gasto público social (que no deja de disminuir en relación con las necesidades). Se trata de un ejemplo más de lo absurdo de la elección hecha por las potencias dominantes a favor de la guerra defensiva.
De ahí la segunda reflexión: es evidente que la movilización contra la guerra debe llevarse a cabo con el objetivo de hacer comprender la absoluta inutilidad de la guerra y, en los tiempos que corren, la irreparabilidad de las destrucciones causadas por la guerra, en particular en el ámbito de la vida. Por ello, la lucha «contra la guerra» debe tener dos objetivos prioritarios interdependientes, hoy pisoteados o abandonados: la realización del derecho universal a la vida para todos y de la vida; la salvaguardia y la promoción de los bienes comunes del mundo, materiales e inmateriales, esenciales para la vida.
¿Por qué esta propuesta? No debemos olvidar señalar que la guerra destruye la vida y, por tanto, la capacidad de la humanidad para convivir a escala planetaria. Además, en esta época de toma de conciencia del Antropoceno y de globalización de las condiciones de vida en la tierra y de su seguridad, debemos insistir con fuerza en la evidencia de que la guerra es incapaz, por definición, de producir ni siquiera una pequeña migaja de justicia. El principio lógico es, como demuestra con extrema claridad el genocidio de los palestinos, «mi seguridad de existencia y supervivencia significa tu desaparición».
La reconstrucción del mundo tras la Segunda Guerra Mundial fue posible porque las clases dirigentes de la época basaron su reconstrucción en la afirmación de principios, derechos y normas inspirados en una visión de la vida expresada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Como sabemos, la Declaración fue criticada con razón por estar ampliamente influida por un enfoque occidental, antropocéntrico y patriarcal de la sociedad y de la vida. Este enfoque ha sido parcialmente modificado, corregido o incluso abandonado gracias, entre otras cosas, a la adopción en el marco de la ONU del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas a la Libre Determinación y al Autogobierno, y la Declaración sobre la Biodiversidad. El hecho es que todas estas Declaraciones, Pactos, Convenciones y Tratados no han conseguido evitar las peores violaciones cometidas hasta la fecha. Ha llegado el momento de redefinir las grandes líneas del futuro común que debemos construir en las próximas décadas, basado en la cooperación y la concordia, y aprovechando al máximo los logros alcanzados gracias a las luchas ciudadanas.
Uno de los grandes logros que merece ser mantenido y reforzado es el principio afirmado por primera vez por la comunidad internacional de que, para vivir juntos a escala planetaria, es esencial e ineludible asegurar y reforzar permanentemente dos pilares de la sociedad. Primer pilar: el principio de la universalidad del derecho a la vida para todos los habitantes y pueblos de la Tierra sin distinción ni exclusión. De ahí la afirmación de la responsabilidad integral común y compartida de los pueblos, del Estado de Derecho a escala planetaria para salvaguardar y promover la realización de estos derechos. El segundo pilar es el reconocimiento del principio de la existencia de bienes públicos mundiales esenciales para la vida de todos los habitantes de la Tierra, que los poderes públicos «nacionales» están obligados a cuidar, promover y valorizar en un marco de estrecha cooperación y solidaridad mundial.
Hasta los años ochenta, estos dos pilares permitieron que el sistema mundial funcionara y se desarrollara, a pesar de sus limitaciones, carencias y contradicciones, y de las numerosas guerras locales (vinculadas al proceso de demolición de los imperios coloniales europeos), sin que se produjera una tercera guerra mundial. De hecho, el mundo ha visto reducirse el ritmo de crecimiento de las desigualdades entre países ricos y pobres, lo que ha contribuido a reducir el impacto de las fuerzas generadoras de conflictos estructurales y, en consecuencia, de guerras destructivas.
Desde finales de los años 80, el sistema mundial ha visto explotar sus contradicciones, carencias y debilidades como consecuencia de los procesos de multinacionalización y globalización de la economía y las finanzas de acuerdo con los principios, objetivos y mecanismos violentos de la economía de mercado capitalista. Nos referimos al proceso de mercantilización y artificialización de todas las formas de vida; a la liberalización y desregulación de los mercados y de todas las actividades económicas (cada vez menos Estado y más mercado); a la privatización de todos los bienes y servicios esenciales para la vida a través, en particular, de la patente privada de organismos vivos con fines lucrativos (ejemplos: semillas, transgénicos, medicamentos. ), y a la innovación tecnológica (nuevos materiales, nuevas energías, ordenadores, robótica y, hoy, Inteligencia Artificial). Todo ello con el asentimiento y el apoyo político y financiero de los poderes públicos y de gran parte de las fuerzas sociales «progresistas».
La propiedad y el control sobre el uso de los recursos fundamentales para la economía han dejado de ser responsabilidad y obligación de los poderes públicos. Han pasado al dominio y poder de los sujetos privados (empresas, instituciones, mercados, bolsas) de la economía capitalista. Como sabemos, el objetivo último del sistema capitalista no es la garantía/seguridad de los derechos a la vida y de la vida, ni la preservación del buen estado ecológico de la Tierra, la casa común. El objetivo es aumentar el valor financiero del capital y de los grupos de interés más poderosos. Además, el modus operandi principal del sistema no es la cooperación ni la solidaridad, sino la depredación, la competencia oligopolística y la competitividad de todos contra todos. El otro se ha convertido en el enemigo y el mercado se ha transformado en una arena donde los gladiadores más fuertes adquieren el derecho a la vida concedido por el emperador (las finanzas) tras haber eliminado a los demás.
Es fácil ver cómo, en estas condiciones, los factores de violencia y de guerra estructural permanente se han impuesto. Las desigualdades han alcanzado niveles inaceptables. La guerra de los ricos contra los pobres nunca ha sido tan abierta. Y, por último, pero no por ello menos importante, hemos asistido al resurgimiento de la forma más integral de destrucción de la vida y de la humanidad, a saber, el genocidio masivo deliberado (que será el tema de nuestra reflexión final).
Tercera reflexión. Dado que la movilización contra la guerra implica luchas por la reconstrucción planetaria de los dos pilares, la movilización debe centrarse en dos objetivos: la abolición de las patentes con fines privados y lucrativos; y la proscripción de las finanzas depredadoras.
La persecución de estos dos objetivos no es fácil, porque las patentes privadas y las finanzas depredadoras son defendidas con violencia y sin escrúpulos por todos los grupos dominantes, incluido sobre todo el mundo que gira en torno a la supremacía y la dominación económico-financiera y tecnológico-militar de Estados Unidos (y de la UE).
Hoy, en unas condiciones marcadas por una profunda crisis del sistema de soporte vital de la Tierra, es necesario emprender una acción global para «desarmar la tecnología de la conquista de la vida» (precisamente, las patentes) y, al mismo tiempo, «proscribir las finanzas depredadoras» (lo que se traduce en la transformación de todas las formas de vida en activos financieros).
Desarmar la tecnología de conquista significa, evidentemente, abolir las patentes para la apropiación privada y lucrativa de los organismos vivos y de la inteligencia artificial, y prohibir el comercio de armas. Ya no se trata sólo del uso correcto o incorrecto del conocimiento y la tecnología, que serían neutros por naturaleza. Hoy en día, el conocimiento y la tecnología ya no son esencialmente fuerzas externas al ser humano, sino una construcción de las sociedades humanas que definen sus fines y objetivos concretos.
Proscribir las finanzas predatorias significa prohibir los paraísos fiscales y la evasión fiscal, instaurar un sistema de fiscalidad mundial que garantice la justicia mundial y suprimir la independencia de las bolsas, que se han convertido en sociedades mundiales puramente privadas, fuera del control de los poderes públicos.
Es ilusorio pensar que es posible construir la paz y una sociedad no violenta sin abolir las patentes para la apropiación privada y la depredación de la vida; sin prohibir las licencias de comercio de armas; con el mantenimiento de los paraísos fiscales; sin eliminar la independencia de los mercados financieros y sin regular las grandes oligarquías planetarias en guerra permanente por la dominación.
También es ilusorio pensar que es posible alcanzar los objetivos anteriores en pocos años y mediante la acción solitaria y desorganizada de tal o cual «gran» organización de la sociedad civil, en ausencia de una fuerte cooperación estratégica y de una solidaridad efectiva entre las diversas realidades de resistencia y oposición al mundo actual.
Cuarto y último punto. Hoy, 80 años después del genocidio de los judíos por la Alemania nazi, la humanidad está siendo saqueada y presa del absurdo por el genocidio de los palestinos por el Estado de Israel, por no hablar de los demás exterminios de poblaciones en los cuatro rincones del mundo, en particular en África y Asia. El genocidio de los palestinos es la forma más avanzada, hoy, de la inadmisibilidad y el absurdo de la llamada guerra justa y defensiva.
Hay que decir claramente que el genocidio de los palestinos no es una guerra como tal. Es una acción destructiva deliberada y unilateral contra la vida, que opera en una dimensión de la condición humana diferente de la «dictada» por la guerra y exhibida como ¡«seguridad para la supervivencia»! Así como el genocidio de los judíos no fue dictado por un problema de «seguridad» para los alemanes, sino por una visión racista profundamente desigual, violenta, excluyente y represiva de los pueblos de la humanidad, el genocidio de los palestinos es la expresión brutal de formas absolutas y dogmáticas (en este caso de origen religioso racista) de desigualdad y exclusión del otro.
Los futuros de paz que están en juego en el contexto actual abarcan múltiples condiciones y obedecen a múltiples lógicas, en todos los ámbitos, especialmente en lo que se refiere a las concepciones de la vida, del ser humano, de la comunidad global de la vida en la Tierra.
Poner fin inmediatamente al genocidio, como han ordenado con razón la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional, no es esencialmente una cuestión de derecho internacional. Es ante todo una cuestión de responsabilidad humana y ética planetaria que incumbe a todos los sujetos de la Humanidad, incluidas las comunidades sociales, culturales y morales del mundo. Los miembros y las autoridades de estas comunidades deben ir más allá de los llamamientos a la paz y de las peticiones a las autoridades políticas de los Estados y de los poderosos.
Ante la guerra, la práctica predominante es creer que se puede estar de un lado o del otro. En nuestra opinión, hay que posicionarse siempre «contra la guerra» y actuar para crear las condiciones necesarias e indispensables para la paz. Frente al genocidio de los palestinos hoy, sólo podemos estar en contra sin ningún límite reduccionista. El genocidio es la negación total de la vida y de la justicia. El genocidio de los palestinos es también el genocidio de la humanidad. Al no detenerlo, estamos concediendo al Estado genocida el derecho más que simbólico de masacrar a la humanidad y la justicia.
Y un futuro sin justicia será siempre un futuro sin paz, un futuro antihumano. Por cierto, los padres fundadores de la República Italiana hicieron bien en establecer el artículo 11 de la Constitución, que estipula que «Italia repudia la guerra».
Conclusión
Incluso los actuales imperios de la tecnología conquistadora (al estilo Musk) y los «nuevos señores» de los conglomerados industriales y financieros del mundo se derrumbarán. Lo importante es no esperar a que esto ocurra por sí solo. No son Microsoft, Google, Meta, Amazon, Black Rock, Vanguard, Crédit Agricole, BNP, Crédit Suisse, Walmart, BASF, Bayer, Syngenta, Pfizer, Coca-Cola, Exxon, Nestlé , Danone. Dow Chemicals, China Petroleum, que podrán prevenir y detener la «Tercera Guerra Mundial». Por no hablar de X, Tesla, Space X y sus jefes, las bolsas de Londres, Nueva York, Chicago, Shanghai o Tokio,…la Comisión Europea, el Banco Mundial y el FMI, el gobierno americano, los gobiernos de los estados miembros de la OTAN, el gobierno de la Federación Rusa, el independiente Banco Central Europeo.
Corresponde a los ciudadanos en rebelión (en particular las mujeres, los campesinos, los pueblos indígenas, los 4.000 millones de personas sin cobertura médica básica ni acceso al agua potable, los sin techo, los millones de emigrantes en busca de un país de acogida, los trabajadores, etc.) imponer un alto, todos juntos. A este respecto, las autoridades morales del mundo, por ejemplo del mundo de las creencias religiosas y éticas, tienen un papel importante que desempeñar, no sólo por su poder de influencia, sino también por su poder de decisión. Muchas soluciones pueden contar con su apoyo claro y explícito.
Para promover las condiciones necesarias e indispensables para la construcción de la paz, he aquí algunos ejemplos, que se añaden a las soluciones ya formuladas en las páginas precedentes o las refuerzan, de soluciones a aplicar en el ámbito de la vida, su salvaguardia, promoción/protección, los derechos y los bienes comunes:
– Rechazar el patentamiento privado y con fines de lucro de los organismos vivos y de la Inteligencia Artificial, porque dicho patentamiento otorga poder de decisión sobre la vida a privados motivados esencialmente por el afán de lucro y de poder. Necesitamos devolver la responsabilidad colectiva sobre la vida a las instituciones y organismos públicos democráticos comunes, desde el nivel local al global.
– Establecer un Consejo Mundial de Seguridad Ciudadana para los Bienes Comunes Globales esenciales para la vida de todos, en particular el agua para la vida, la alimentación y la salud, abandonando la privatización y la financiarización depredadora de estos tres bienes y servicios clave.
– En un contexto inspirado por la búsqueda efectiva y sincera de la paz, los tratados internacionales de las llamadas alianzas militares «defensivas» deben ser declarados ilegales e inadmisibles. Deben ser sustituidos por instituciones mundiales dotadas de medios políticos y jurídicos fuertes y vinculantes para prevenir, impedir y abolir el uso de las armas. El Consejo de Seguridad de la ONU es un modelo a abolir.
– Crear un Consejo Económico Mundial para la Cooperación y el Comercio Solidario y Sostenible que sustituya a la Organización Mundial del Comercio, que exige que todos los bienes, servicios y relaciones entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza sean tratados como mercancías y activos financieros. Declarar ilegal el acaparamiento de la tierra y el agua del planeta.
– Prohibir todo uso agrícola, industrial y terciario de sustancias químicas que envenenan la vida de la Tierra y conducen a la degradación y pérdida de la biodiversidad y biocapacidad del planeta.
– Abolir los paraísos fiscales, símbolos de la legalización del robo de la riqueza colectiva y de su aceptación ética por nuestras sociedades, y prohibir la evasión fiscal.
– Restablecer el carácter y las funciones públicas del dinero y de las monedas. La privatización del dinero y de las finanzas globales es uno de los instrumentos más poderosos, junto con la tecnología, para generar conflictos y guerras por el poder y la dominación. Las autoridades locales, nacionales y mundiales deben recuperar el control conjunto de las finanzas. Es urgente reducir drásticamente el poder de dominación sobre el ahorro y las inversiones, muy superior al de los Estados, adquirido por los grandes bancos, los fondos de inversión y los mercados bursátiles. Hay que organizar una convención ciudadana mundial sobre los bancos, los fondos de inversión y los mercados bursátiles para elaborar un plan mundial de reestructuración financiera, seguridad y paz.
Ágora de los Habitantes de la Tierra
* * *
La lucha «antiguerra» es la lucha de los justos, es la lucha ética por la vida. Es una reafirmación de la primacía de lo espiritual y de la lucha por volver a regar la Tierra, por reverdecer los desiertos, por devolver el oxígeno a los océanos, por practicar la fraternidad, por vivir la amistad, en una palabra, por devolver la alegría y el amor a la vida.
Bruselas, 26 de agosto de 2024.
Lista de los primeros firmantes
Donata Albiero, Ex directora de escuela (Italia), Mario Agostinelli , Asociación Laudatosii (Italia), Alain Adriaens, Mouvement pour la Sobriété (Bélgica), Alassan Ba, farmacéutico, Centre d’Ethique (Francia-Senegal), Guido Barbera, Solidarietà Internazionale-CIPSI(Italia), Cristina Bertelli, Université du Bien Commun (Francia), Antonio Bruno, profesor (Italia), Ernesto Bonometti y Antonella Zonato, activistas del agua (Italia), Luca Cecchi, activista del agua, Ass. Monastero del Bene Comune (Italia), Martine Chatelain, Activista del agua Eau Secours (CND-Québec), Giovanna Dal Lago, Ass. «Mamma no pfas”(Italia), Eric Degimbe, Communauté de la Poudrière (Bélgica), Aníbal Faccendini, Cátedra del Agua, Universidad Nacional de Rosario (Argentina), Ettore Fasciano, Activista de Derechos Humanos (Italia), Adriana Fernández, Educadora (Chile), Paolo Ferrari, Doctor, Basic Christians Verona (Italia), Alfio Foti, Convención para los Derechos Humanos en el Mediterráneo (Italia),Pierre Galand, Ex Senador, Forum Nord-Sud (Bélgica), Lilia Ghanem , Antropóloga, editora de The Ecologist en árabe (Líbano), Melissa y Laury Gringeau & PhilippeVéniel, La Gang de La Boisselière, Ass. Bassines non merci (Francia), Luis Infanti de la Mora, Obispo Diócesis de Aysén, Patagonia (Chile), EricJadoul, Activista por los comunes (Bélgica), Pierre Jasmin, Pianista, Artistes Pour la Paix (CND-Québec), Michele Loporcaro, Agricultor (Italia), Claudia Marcolungo, Profesora Univ. de Padua (Italia), Maurizio Montalto, Abogado, Defensor del agua como bien común (Italia), Loretta Moramarco, Abogada, Activista por el agua (Italia) Vanni Morocutti, Communauté de la Poudrière (Bélgica), Dario Muraro, Activista no pfas (Italia), Marinella Nasoni, Ex sindicalista (Italia), Christine Pagnoulle, Profesora emérita Ulg, ATTAC (Bélgica), Maria Palatine, Música, arpista (Alemania), Gianni Penazzi, Músico de guitarra, activista por la paz, los derechos humanos y el medio ambiente (Italia), Nicola Perrone, Periodista, «Solidarietà Internazionale» (Italia), Riccardo Petrella, Profesor emérito, Universidad de Lovaina (Bélgica), Michela Piccoli, Mamma no pfas (Italia), Pietro Pizzuti, Actor, Collectif des Artistes (Bélgica), Jean-Yves Proulx, Education citoyenne (CND-Québec), Paolo Rizzi, Educador, militante por los derechos humanos y el medio ambiente (Italia), Domenico Rizzuti, Antiguo dirigente sindical/investigador (Italia), Anne Rondelet, Pensionista (Bélgica), Roberto Savio, Periodista, fundador de IPS y Otras Noticias (Italia), Catherine Schlitz, Asociación PAC-Présence Action Culturelle (Bélgica), Patrizia Sentinelli, Asociación Altramente ex Ministra de Cooperación (Italia), Cristiana Spinedi, Profesora (Suiza), Mimmy Spurio, Pensionista, activista del agua (Italia), Bernard Tirtiaux, Escultor, Escritor (Bélgica), Hélène Tremblay, Investigadora, autora, conferenciante… (CDN-(Quebec).
(fecha límite para los primeros firmantes: 25 de agosto de 2024)